Foto tomada de: El Heraldo
Crónicas de un día de las madres
Por: María José García
Si en algún momento pasas por el barrio Las Estrellas es probable que te encuentres con un conjunto residencial de casas. Todos los días al sonar las 4 de la tarde las puertas y ventanas de la mayoría de hogares se cierran religiosamente. En sus pequeñas calles encontrarás a pocos niños jugando o vecinas cotorreando en viejas mecedoras con un abanico en mano. Sin embargo, no sería extraño si encontrarás en algunas de sus casas una simple raqueta mata mosquitos.
- Esto fue la crónica de una muerte anunciada- afirma Patricia Carreo, residente del conjunto por 17 años- y en cualquier momento puede suceder otra vez.
El conjunto residencial Villas de las Colinas se encuentra ubicado en la Cra 32a #103-85 en la ciudad de Barranquilla, sus casas están diseñadas de tal manera que una es continúa a la otra. Al no contar con una administración propia, algunas casas han sido modificadas para implementar 1 tienda residencial, 2 peluquerías y 1 heladería.
Desde su construcción hace casi 20 años uno de sus mayores problemas ha sido el arroyo El Salao II, ubicado a 15 metros enfrente de una de las cuadras del conjunto residencial. Adolfo Mojica, líder comunal del barrio vecino, El Edén, afirma conocer el arroyo a la perfección. En su tiempo como residente no recuerda mirar por la ventana de su sala sin ver el arroyo, a veces tranquilo, a veces al punto de desborde.
El Salao II recorre un largo camino. Inicia en el barrio La Florida, pasando por El Silencio, Villa del Rosario, Me Quejo, La Pradera, entre otros, hasta desembocar totalmente en en el Lago de los Cisnes.
Adolfo decidió hace 4 años “ponerse las botas y los guantes” para liderar acciones en la búsqueda de la canalización del cuerpo de agua. Recuerda que la pesadilla inició cuando empezaron a desembocar otros arroyos provenientes de la calle 38 en el El Salao II, cuya capacidad nunca ha estado preparada para tal magnitud.
Para este líder comunal, los efectos de vivir cerca del arroyo son muy antiguos. Con una expresión de extrañeza en medio de la videollamada por Meet, explica que lo sucedido en el día de las madres del 2019 en el conjunto Villas de las Colinas ha sido una catástrofe, ocasionada por un monstruo de agua esperando despertar nuevamente.
La señora Julia
Julia Díaz lleva 17 años viviendo en Villas de las Colinas y para sus vecinos de cuadra más cercanos es la “señora Julia”. Aquella que pasea con sus perros y su fuerte temperamento notorio desde el momento en que la escuchas hablar.
- Nosotros también nos tenemos que encerrar, sobre todo por esa mosquitera (...), huele como a fango, ese que no se quita, aparte que tiran muchos animales muertos en el solar- dice molesta mientras cuenta su diario vivir con su eterno amigo, el arroyo.
El Salao II lleva años estancado entre el pedazo de tierra que divide a Villas de las Colinas con el barrio El Edén. Con el paso del tiempo los efectos de tener dicho cuerpo de agua tan cerca de ambas comunidades han empeorado. En un inicio, el caudal era tranquilo y corría libremente de barrio en barrio sin estancarse, no fue hasta la canalización con piedras en el año 2019 antes de la inundación, que empezó a acumular basura, ensuciarse, atraer toda cantidad de mosquitos, animales y malos olores.
Algunos inquilinos como la señora Julia deben cerrar sus casas desde antes de la 5 de la tarde, cuando empieza lo que llaman “la hora pico de los mosquitos”. Los malos olores sorprenden en cualquier momento.Desde ese instante muy pocos salen a caminar por las calles del conjunto y, definitivamente, rara vez otros vecinos pasan por la cuadra evitando la picadura de dichos animales.
Julia se sienta en el sofá de su sala mientras recuerda aquel peculiar día de las madres que vivió en el 2019. Su tez morena hace contraste con su cabello negro azabache recogido de rapidez en una cola alta, con la que intenta cubrir unas cuantas canas. Es común encontrarla así, siempre cómoda con la vieja ropa deportiva de su esposo, un profesor de educación física de un colegio público.
Uno de sus perros pasa moviendo la cola, el mismo que encontró hace 2 años nadando en medio de muebles, sillas y electrodomésticos al regresar de un almuerzo en honor al día de las madres.
- Nos tocó bajarnos del carro en la esquina, quitarnos los zapatos porque el agua nos llegaba a la rodilla- relata mientras le echa un ojo a su casa como recordando el estado en que la encontró.
Nadie les avisó de la escena que encontrarían mientras no estaban. Había tanto por hacer y rescatar que ninguno pensó en llamarla. Cuando llegaron, se asombraron al ver la cuadra con los vecinos en las puertas de las casas y la paredilla que los protegía, prácticamente vuelta barro por la fuerza con que el arroyo la derrumbó.
- En el momento pensé ¡ay, nos volvimos a inundar!- se coloca las manos en la cabeza, como simulando la reacción ante dicho evento.
Pero las inundaciones pasadas, aquellas que se sacaban con escoba en mano quedaban cortas al compararse con la de aquel día. “Porque ese día llovió como nunca”, recuerda Julia mientras se levanta del sofá de la sala, le da un sobo en la cabeza a uno de sus perros y se dirige a la cocina para abrir su nevera nueva, ya que la anterior la encontró flotando cerca del comedor, repleta de comida y barro en su interior.
Sobre aquel momento dice que “llovió en 1 día lo que tenía que llover en 1 año”. El Salao II, estando ya al tope de sus capacidad por albergar otros arroyos en la ciudad, no soportó la fuerza de aquella llovizna y en cuestión de minutos se desbordó. Rompió algunas de las paredes que rodeaban a Villas de las Colinas, dañó 10 carros y entró a cada una de las casas de la cuadra, sin invitación alguna, pero ante la espera de que algo así sucediera en cualquier momento.
La cuadra de Julia fue la que más recibió el golpe. Por lo general, la oleada de mosquitos y malos olores impregna toda la zona residencial, pero a pesar que el arroyo llegó a 1 cuadra más adelante, fueron las casas de esa zona las que tuvieron que invertir millones de pesos en pérdidas materiales. Antes de la inundación llevaban meses buscando la atención de la Alcaldía para evitar que un evento así ocurriera. Pero sucedió y ya era muy tarde. Dos años después siguen en las mismas, con la diferencia de que existe un posible contrato en camino para canalizarlo con cemento.
- Como cosa rara yo pienso que es una promesa en el aire, porque hasta que uno no vea a las persona trabajando no lo creo (...), si no lo hicieron antes de la pandemia imaginate ahora- expresa Julia desde su cocina, mientras se escucha el cortar álgido de varias verduras contra una pequeña tabla de madera en el mesón.
Denis Contreras, la editora de El Heraldo
Denis contreras es otra residente del conjunto que lleva viviendo junto a su esposo y sus 2 hijos desde hace más de 10 años, es vecina de Julia y su casa fue una de las más afectadas por la inundación.
No pasa un día en que no le toque cerrar la puerta principal y las ventanas de su casa 2 veces al día, ya que su hogar es uno de los más cercanos a la maleza que ha crecido alrededor del arroyo, ocasionando hospedaje de centenares de mosquitos y malos olores. De 5 a 7 a.m y de 4 p.m en adelante empieza el ritual de encerrarse. Si no lo inicia ella es porque se encuentra laborando en el periodico El Heraldo, por lo que su hijo mayor lo hace.
La contaminación ha atraído toda clase de mosquitos y animales muertos causando malos olores. Cortesía: Adolfo Mojica, líder comunal del barrio El Edén.
Según el cirujano estadounidense, Maxwell Maltz, al cuerpo humano le toma 21 días para adoptar un hábito, por lo que cerrar ventanas para muchos puede ser nuevo, pero para Denis es algo rutinario, casi que mecánico. No obstante, continúa siendo molesto, ya que considera que las casas de la zona de por sí son bastante calientes y al cerrar la ventilación exterior se sienten asfixiados. Sin embargo, ha encontrado maneras creativas de “orearse”, para no exponer a sus hijos a las picaduras de aquellos mosquitos que han enfermado a algunos de sus vecinos.
- La pérdida más grande para nosotros ha sido nuestra biblioteca, todos los libros se dañaron en ese momento. Era una colección de Gabriel García Márquez (...), Benedetti y libros periodísticos- dice acomodándose el tapabocas en medio de la llamada de Google Meet, su esposo ha salido positivo al Covid-19.
Eso es lo que más recuerda y le duele a Denis de la inundación, su colección de libros. Cargados de memorias, sueños y experiencias vividas le tocó decirle adiós. Pero no ha logrado pasar la página. Con esfuerzo compró nuevos electrodomésticos: una nevera, un microondas y un televisor. Sin embargo, afirma mantener todavía el espacio de su biblioteca en el rincón del 1 piso de su casa.
- Uno no saca esa cantidad de dinero de un día para otro para invertir en libros”- asegura mientras camina de un lado a otro por la casa, limpiando los rastros de Covid que su esposo haya podido dejar en la casa.
Aquel día de las madres se pasó en familia. Tíos y primos llegados de Sincelejo se reunieron en su casa y al notar el tiempo de lluvia se fueron rápidamente. Hoy, afirma estar agradecida con Dios porque el carro familiar no se encontraba enfrente de su casa en aquel instante o más bien, enfrente de aquel arroyo preparado para destruir.
Se quedó sola con su hijo menor y subió al baño del segundo piso porque ese día hacía “muchísima calor”. En ese momento su hijo tenía 9 años y empezó a llamarla a para que bajara, pero ella estaba determinada a bañarse. Las llamadas se convirtieron en gritos. Y aquellos gritos se transformaron en una solicitud de auxilio. Por lo que Denis bajó y al rato, entró la avalancha con fuerza. En una corrida de escombros, barro y agua sucia vio su casa inundarse en cuestión de minutos. No alcanzaron a cerrar la puerta y como no tenían reja recibieron todo el impacto. Uno de sus sobrinos que vivía al inicio de la cuadra salió corriendo a ayudarla, pero la corriente era tan fuerte que le pegó en el pecho y no le quedó más remedio que devolverse a esperar que otros vecinos consiguieran desviar la corriente.
Pero el miedo continúa. La inundación se repitió en el 2020 cerca de la misma fecha, pero con una magnitud mucho menor. Según Adolfo Mojica, líder comunal del barrio vecino, la Alcaldía ha asegurado que en cualquier momento en medio de una lluvia existe la posibilidad de que la catástrofe pueda repetirse, pero con la misma o peor magnitud del 2019. Por lo que, cada vez que llueve Denis Contreras espera lo peor.
La pastora Patricia
A la pastora de una iglesia casera dentro de Villas de las Colinas, el arroyo la cogió de sorpresa con su hija de 8 meses de embarazo en la tienda residencial. Más que Patricia Carreo, es conocida por los miembros de su iglesia como la pastora Patricia. En medio del caos no le quedó más remedio que esperar y refugiarse en su casa junto a su hija, Yeni Urrego.
Jamás se imaginó la imagen que encontraría cuando terminó de orar por el cese de la lluvia. Cuando sintió que el aguacero había cesado decidió ir a bajar los tacos de la casa de su hija que queda en la misma cuadra de la señora Julia y Denis Contreras.
- ¡Uy no, eso fue tremendo! yo decía, ¿cómo vamos a sacar esa cantidad de barro?- cuenta la pastora sentada en el mecedor de su casa echándose fresco con un abanico en mano y una raqueta mata mosquitos en la otra.
Al igual que muchos, su hija tuvo pérdidas materiales. Después del constante correteo a la Alcaldía algunos de los vecinos recibieron alrededor de 1 millón de pesos para cubrir gastos, pero afirma que eso no sirvió para nada, porque solamente el equipo de música de uno de ellos costaba un millón ochocientos.
Por su baja estatura el agua en la casa de su hija le llegaba por encima de la rodilla y, andaba con cuidado mientras limpiaba para no resbalarse, debido a su contextura gruesa. Es el día de hoy y no se le olvida la semana en que convivieron con 15 centímetros de barro en las calles como en las casas. Al hablar no evita rascarse y darse golpecitos en los brazos, en un intento por matar los mosquitos.
- Esto fue la crónica de una muerte anunciada y en cualquier momento puede suceder otra vez- afirma con desespero en su voz. Se acomoda en la mecedora, se rasca, se golpea, pero el mosquito le sigue haciendo ronda.
Desde el otro lado de la sala se escucha a una bebé llorar, la nieta de Patricia. Nació por cesárea al tiempo de la inundación debido al estrés post traumático de aquel evento. La pastora pudo mantener la calma en aquellos días, pero su hija no. La bebé duró 1 semana en cuidados intensivos y, por la gracia de Dios en que Patricia ha puesto tanta fe salió sana del hospital.
En medio de las confesiones de Patricia, es normal encontrarla inquieta, muestra los brazos en un acto de revelar evidencia de su diario vivir.
- Aquí tenemos las extremidades vueltas nada- dice.
En medio de la conversación se presenta Pedro Lázaro, un vecino amigo de Patricia. Tuvo que hacer una inversión de 4 millones de pesos para cambiar el piso de su hogar, levantado por la inundación. Pedro muestra también sus brazos y piernas llenas de picaduras, a pesar de afirmar que mantiene su casa encerrada casi todo el día. Le molesta el poco compromiso de la Alcaldía con la comunidad. Ambos están de acuerdo en que necesitan exposición de los medios para ver si logran llamar su atención.
Lo que queda de la crónica de una muerte anunciada
Aguas sucias por la acumulación de basura en el arroyo El Salao II. Cortesía: Adolfo Mojica, líder comunal dell barrio "El Edén".
El mismo día de la inundación, Denis Contreras, editora de El Heraldo llamó al alcalde Alejandro Char para que viera la magnitud del problema en que la comunidad se encuentraba inmersa. Inquilinos como Julia y Patricia tienen muy poco conocimiento sobre el proyecto de canalización y la futura construcción de un parque en la zona una vez se canalice el Salao II. Lo ven con escepticismo.
En sus años conociendo el arroyo, Adolfo Mojica no duda al decir que la comunidad que corre el mayor peligro es Villas de las Colinas, inclusive por encima de su propio barrio, El Edén.
El agua estancada y sucia atrae cada vez más a mosquitos que al picar causan problemas en la piel. Los malos olores son constantes y la maleza sin cortar se ha vuelto un foco para que ladrones y saqueadores se escondan a altas horas de la noche.
La raíz del problema sigue ahí, a 15 metros de distancia. Sin embargo, para las madres Julia, Denis y Patricia el conjunto significa mucho, después de todo cada una lleva viviendo en Villas de las Colinas al poco tiempo de su construcción, por lo que existe un sentido de pertenencia. Pero la incertidumbre sigue ahí, latiendo fuerte ante la espera de si será demasiado tarde para evitar el regalo recibido de aquel día de las madres.