Por amor a la tierra
Por. María P. Aristizabal
"Lo que podemos hacer es más grande que nosotros mismos. El aprendizaje y el crecimiento no vienen de gratis”.
Lo que comenzó como un pasatiempo compartido entre amigos en la secundaria, haciendo caridad llevando dulces y juguetes en las novenas a los niños de barrios en condiciones precarias en Magangué, plantando arbolitos en el patio del colegio y reciclando en los parques, se convirtió en aquello que en el fondo anhelaban, pero que no esperaban que algún día se llegara a materializar. Ahora que tienen 23 y 24 años, Sandy mira al pasado y recuerda cómo, en aquel entonces, su equipo y ella no tenían ni idea de lo que les esperaba. No se imaginaban que lograrían ser reconocidos a nivel municipal y regional, que emprenderían viajes a otras ciudades, como Cartagena, a realizar jornadas de charlas pedagógicas, o que iniciarían a emprender proyectos como Tecnología Para La Niñez, que vienen desarrollando desde 2020.
Más de 50 personas actualmente hacen parte de este gran proyecto que comenzó como un simple sueño, motivado por el amor a su tierra. De sus tres componentes principales: la educación, la cultura ciudadana y el medio ambiente, el tercero es en el que se enfocan más, debido a que afecta de manera más directa a la población magangueleña. Lo llevan a cabo a través de jornadas mensuales de limpieza y desinfección en las orillas del río Magdalena, parques, jarillones, ciénagas y barrios; realizando pulgueros para apoyar la moda sostenible y reciclar lo más posible; recolectas de libros para donar a los niños de escasos recursos, darles un segundo uso, y de esta forma no contaminar lo más posible.
Sandy Oviedo junto a varios miembros de la fundación
-A pesar de que en Magangué nunca ha habido mucha esperanza en cuanto al cuidado del medio ambiente o la limpieza, a mí siempre me ha importado muchísimo, porque ¿si no es uno mismo el que cuida su tierra, los que la habitamos, entonces quién más?
—¿Y por qué dices que no hay mucha esperanza?
—Porque aquí los mismos habitantes son los que más se quejan y los que más contaminan. Creen que eso hay que dejárselo al alcalde, y nos vamos a morir esperando que pongan a Magangué decente si no empezamos nosotros.
Y la indignación fue lo que los movió. Después de años de seguir en la misma dinámica todos los diciembres, en 2017 Sandy y María Isabel, en su pensión en Cartagena, donde estudiaban derecho e ingeniería industrial, respectivamente, comentaban acerca de cómo deseaban hacer algo más grande, algo que diera de qué hablar y que hiciera que la gente los notara y apoyara, porque el deterioro ambiental que se veía en el municipio, cuando iban de visita, era cada vez más evidente. Eran un grupo de más de 10 personas, pero para la visión que tenían y el cambio que querían lograr, lamentablemente no era suficiente.
El sueño comienza
“Ey, ‘estate’ pendiente que pa´diciembre estoy planeando algo” empezó a convocar Sandy, junto a Mari, el apodo por el que Sandy llama a María Isabel Lara. Convocaron a Valentina Rodríguez, Martha Menco, David Cuello y a Habib González, su círculo más cercano, para que a su vez corrieran la voz al resto del equipo y así pudieran “regar la voz”. Y tal como ella lo esperaba, hubo quórum. Todos compartían la misma indignación. Se formó el equipo, que constaba de diez personas, todos ellos la apoyaron y se entusiasmaron cuando llegó el día de exponerles el proyecto, que era la recolecta de 25 mercados para las familias del barrio Nueva Colombia en Magangué y una jornada de limpieza en el parque de la zona.
—Más 100 mercados recogimos, más de cien, o sea. Nosotros no esperábamos llegar a tanto. Eso nos dio el empujón que necesitábamos. Nos prendió el foquito.
Cortesía: Instagram de la Fundación Saludando
Su propósito de llevar la queja a la acción y de transmitirlo a los magangueleños estaba empezando a tomar forma. Y aunque eran largas jornadas de reuniones en medio de sus propias ocupaciones académicas, el entusiasmo nunca faltó. La meta era clara.
—Empezar no fue fácil, pero sí menos complicado de lo que nos imaginamos
—¿Por qué pensaban que sería complicado?
—Es que aquí en Magangué hay muy poca cultura ciudadana y a veces dudábamos de que fuesen a tomar en serio a un grupito “x” con tremenda cara de “pelaitos”. — Dice Sandy ahora en tono jocoso, acomodándose en la silla en la que, a través de la pantalla, pude ver que se encontraba sentada.
Eran un grupo ambicioso, pero la incertidumbre era natural, y Sandy, como líder, se encargaba de siempre alentarlos.
Primer traspié
La ambición y las ganas eran importantes, pero también lo era la orden, y fue aquí donde empezaron con el pie izquierdo. Por un lado no tenían claro quién podría desempeñar qué, creían que todos podían hacerlo todo, principalmente Sandy, quién suele tener un carácter controlador. Con la fundación aprendió lo que era la delegación y confianza en otros. Por otro lado, al ser un grupo grande y conocerse por años, “las peleas y momentos incómodos de quién estuvo con quién, de que el uno prefería a otro, etc” truncaban la armonía del trabajo, por lo que no se hicieron esperar.
—Eso lo resolvimos en una reunión. Me les paré firme y les pedí respeto y seriedad, el trabajo es trabajo, aunque fuera un voluntariado, y esta fue, entre mil otras, una enseñanza que nos ha dejado la fundación, separar la vida personal de compromiso. — Dice Sandy ahora con un tono más serio.
La política a metros
Irónicamente, la idea del nombre “Saludando” fue propuesta por Patricia Barrios, su mamá, quién hasta el día de hoy sigue sin darle un total apoyo con respecto a la fundación por temor a que esto haga que su hija se involucre en temas políticos y la ponga en peligro, como sucedió con su papá, quién fue asesinado cuando era alcalde de Tiquicio, un corregimiento de Bolívar. Inicialmente tenían “Jóvenes poniéndose la 10” como idea para el nombre, pero tras la propuesta de su mamá, decidieron dejarlo como eslogan.
—No nos lo esperamos, pero ella llegó con la idea de que nosotros manteníamos de aquí para allá saludando a todo el mundo cada que terminábamos semestre y veníamos a Magangué, y nos pareció chistoso pero no encantó, porque de alguna manera eso nos representa.
Desde 2018 proyecto tras proyecto empezó a darse cada semestre. Les tomaba un promedio de 15 días prepararse, gestionar lugares y donaciones. Fueron bazares, jornadas de reciclaje y limpieza en parques y calles, así como en las orillas del río magdalena. Pintaban las paredes de los parques y plantaban árboles y plantas. Cada vez era más notorio su trabajo y más gente empezaba a donar y a apoyar. Uno de los principales logros para la fundación ese año fue la participación de los candidatos a la alcaldía en el proyecto “Embelleciendo al parque El Lapiz”.
—Les escribí una carta a cada uno planteándoles el proyecto, pero como éramos jóvenes y acabábamos de empezar, no teníamos mucha fe en su respuesta. — Afirma Sandy
Y es que para los chicos es un recuerdo cómico, porque si bien no obtuvieron una respuesta por escrito de ningún candidato, el día del proyecto se presentó uno por uno junto a sus familias con baldes de pinturas, rodillos y pacas de agua.
— Increíble que hayan ido los tres
—Y con los hijos, las esposas y las mamás, que no eso mismo. Tú sabes, Mari Pau, que en campaña ellos hacen lo que sea.- Afirma Sandy entre risas mientras juega con un pisapapeles que se encuentra justo al lado del computador por el que me observa.
Fue uno de los días más importantes para la fundación. Al final algunos de los candidatos dejaron sus aportes y se fueron, debido a que llevaban puesta sus camisetas de campaña y en la fundación rechazaban cualquier vinculación política, y aquello solo “desviaría la intención real del proyecto” según Sandy. Sin embargo, eso logró que muchas más personas los notaran y se les unieran.
Cortesía: Instagram de la Fundación Saludando
En la Fundación Saludando se volvieron imparables. Para 2019 en el municipio ya eran reconocidos y eran apoyados por muchas personas, con donaciones, colaboraciones de insumos, lugares, etc. Aunque no siempre todo fue color de rosas, como aquella vez que para una actividad caritativa con niños, en la alcaldía les prometieron cuatro carpas, y un día antes del evento se las negaron porque “habían olvidado que estaban comprometidas”. Esa vez Sandy aprendió que, aunque difícil, no es imposible conseguir a alguien que preste carpas a las 11 de la noche. Sin embargo, más allá de todo, aprendieron “A no depender de nadie en general en la vida. Creo que muchos se sintieron aludidos, incluyéndome "dice ahora Sandy entre risas recordando aquel suceso.
Las enseñanzas desde entonces han sido innumerables. Algunos se retiraron de la fundación, como David Cuello, porque quiso perseguir su sueño de ser artista vallenato. A otros, el trabajo les hacía imposible dedicarse a la fundación, y unos incluso se fueron del país, como Carlos Mario Vásquez. Sin embargo, Sandy afirma que le han dicho que reconocen que haber creído en ella aquella vez los llevó a una de las experiencias más enriquecedoras y de mayor aprendizaje, e incluso desde la distancia, la fundación sigue siendo parte de sus vidas, y los aportes y donaciones siempre están cada vez que son necesarias.
Aunque la fundación tomó una pausa en sus actividades debido a la pandemia, este año en febrero lograron retomar, y con su proyecto de Tecnología Para La Niñez, con el que buscan que niños de escasos recursos puedan acceder a dispositivos electrónicos en buen estado, que las personas ya no usen, para mejorar las condiciones en las que dan sus clases virtuales. Está próximo a iniciar, después de un año de organización, y con ello dejan claro que aunque encerrados, nunca paran, y pesar de la distancia siguen unidos, porque el sentido de pertenencia y el amor por su tierra nunca han estado en cuarentena.